Sustentamos el tópico de que nuestras abuelas estaban atadas a las convenciones; en cambio, admiramos la vida de autores como Hemingway. Así, Edith Wharton (1862-1937), nacida en EE. UU. y amiga del escritor, no es recordada por sus aventuras y sí por algunas novelas llevadas al cine, como La edad de la inocencia. Este fin de semana he terminado de leer Estío. Me sacudo el impacto, busco su biografía y he aquí lo que encuentro:
Rica y educada, Edith se casó con 23 años con Edgard Wharton, doce años mayor que ella. Se divorciaron en 1913 por las repetidas y públicas infidelidades del marido. Al final de su matrimonio, Edith mantuvo un idilio con Morton Fullerton, periodista de The Times. Fullerton era bisexual y alternaba su relación con la escritora con un romance con Lord Ronald Coger, rajá de Sarawak. Ella también era bisexual, y mantuvo un largo idilio con la cantante de ópera Camilla Chabbert y relaciones esporádicas con la poetisa y guionista Mercedes de Acosta. Su carrera profesional es impresionante: ironizó sobre su propio medio social y escribió novelas que todavía nos conmueven. Cruzó el Atlántico 66 veces, fue amiga de Henry James, Roosvelt, Hemingway, Scott Fitzgerald y, durante la Primera Guerra Mundial, viajó en motocicleta por las líneas del frente, trabajó para la Cruz Roja con los refugiados, Francia le otorgó la cruz de la Legión de Honor. Wharton dirigió salas de trabajo para mujeres desempleadas, celebró conciertos para dar trabajo a músicos, apoyó hospitales y fundó los American Hostels para ayudar a los refugiados belgas. En 1916, editó un volumen titulado El libro de los sin techo, reunió escritos, ilustraciones y partituras de los más grandes nombres del mundo de la creación artística del momento. Fue, además, una respetada paisajista y escribió sobre La decoración de casa y Villas italianas. The Mount, su finca en Lennox, Massachusetts, diseñada por la escritora, ejemplifica sus diseños. En cuarenta años escribió, aproximadamente, cuarenta libros... Y me pregunto yo ¿por qué admiramos tanto vidas de autores como Hemingway y olvidamos biografías como esta?
12 comentarios:
Yo tambièn me lo pregunto y me respondo:
Porque el mundo literario era y sigue siendo muy masculino, porque los que cuentan estas cosas solo las cuentan de ellos, porque no nos molestamos en buscar más inforamaciòn sobre ellas...porque somos tontos o qué...
Salut!
Mi mujer dice, que es porque nosotras mismas no nos lo creemos...
BTW, en el 21, ganó el Pulitzer! Muy interesante esta escritora, no la conocía.
un beso a todas las mujeres escritoras!
Sole, supongo que te incluyes...
Yo leí "El triunfo de la noche". Una novela de fantasmas ¡Uf! Muy recomendable.
Carmen Dorado
Porque la vida de las mujeres y sus triunfos personales, o sus logros en la vida, tal parece que jamás han importado demasiado a los grandes editores. Les importa más -diría yo- perseguir al hombre puñal en mano en la batalla, que a la mujer que cura heridos, cose heridas o se ve desbordada por tanta destrucción inútil y tanta sangre. Esta mujer estaría pensando, reflexión. El hombre matando a sus "enemigos", acción. Y tal parece que la acción es lo publicable.
Saludos
Clara, en cuál parte?
En la de escritora. Como toques el cuento del libro, que me encanta, te mato...
Gracias por esta sinopsis de su vida y ese sello conmemorativo...
Veo a Rosana por aquí... (un beso amiga)
Es que soy una recien llegada a este blog. Un abrazo Clara
:).Sí a todo.
Bienvenida, Beatriz, espero verte muchas veces por aquí.
Los intelectuales han introyectado de tal modo la segregación, el olvido y su negación que no hay diván que lo resuelva.
A veces, pienso que hay una conspiración de necios.
En cuanto saco el tema, el tipo que tengo enfrente salta encorajinado y se defiende como gato panzarriba.
O considera que las escritoras no han alcanzado las cumbres de lo que estiman El Canon o no quieren ni oír hablar de paridad: ¡Están hartos!
Yo simplemente respondo que él se lo pierde. Que se pierde esas otras voces que narran desde otro lado, desde una sensibilidad y una educación que no es la suya. Le hago ver que esa es una carencia que no cultivamos las mujeres.
Irene.
verdades como puños, doña Irene...
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